[This is, for now, a Spanish only note. English translation will come soon.]

En el taller sobre Cibernética, Información y Algoritmos celebrado justamente ayer lunes 28 de septiembre en ese lugar múltiple que se va construyendo desde y con plataformas de teleconectividad como Zoom, y que convocó principalmente a investigadores y académicos de Argentina, Chile y Brasil en el contexto del ciclo Tecnologías de la Información, Política y Ficción organizado y coordinado de Claudio Celis, Roberto Rubio y Raúl Rodríguez, se apuntaron algunas ideas que, me parece, merecen una breve reflexión.

Pienso particularmente en los comentarios y críticas que surgieron a partir de señalar la necesidad —una ciertamente urgente en mi opinión— de contar con un programa de investigación y pensamiento latinoamericano que, tomando los asuntos contemporáneos que podrían aún ser descritos con la triada cibernética-información-algoritmos, logre expandir la cuestión hasta sus evidentes dimensiones políticas, acaso desde una mirada trans- o interdisciplinar que atraviese, y así vaya también más allá de, las artes, las humanidades y las ciencias sociales —si bien creo que no se mencionaron las artes ayer, me parece que su presencia sí circuló silenciosamente en más de algo de lo que dijo, y por eso las convoco acá—. Me refiero particularmente a la crítica que se hiciera sobre el pensamiento de Friedrich Kittler y que, sin decirse exactamente así, se describió como tecno-esencialista, quizá tecno-determinista y de algún modo también como carente de un proyecto político. Y dado que me parece que nada de eso es exactamente así, me atrevo a escribir esta sencilla nota para ver si logro alargar en algo la conversación.

Me permito partir recordando un breve intercambio que tuviera lugar —también a través de plataformas de teleconectividad—, hace una semana, en el foro en honor a Stiegler organizado por el doctorado en estudios interdisciplinarios en pensamiento, cultura y sociedad de la Universidad de Valparaíso. En la jornada del día miércoles por la tarde, y tras una pregunta de Gustavo Celedón, Sara Baranzoni respondía con impresionante elocuencia y precisión algo que, si bien no lograré emular con ese nivel aquí, me atrevo a parafrasear libremente:

Qué esa pregunta la había escuchado ya muchas veces, formulada de múltiples maneras, algunas de ellas más transparentes, pero siempre apuntando a lo mismo: describir el pensamiento de Bernard Stiegler acusándolo de tecno-determinista. Para Baranzoni sin embargo, tal descripción es siempre errónea pues el trabajo de Stiegler señalaría con claridad, particularmente a través de su organología —y me atrevo a incluir también su arche-cinema, en el caso de que Baranzoni no lo hubiera dicho, probablemente sí, no lo recuerdo— que el asunto de la relación entre tecnología e individuos vivos en las sociedades modernas y contemporáneas opera siempre como un complejo basado en la co-determinación.

Similarmente, en mi opinión, en el taller de ayer se dijo que una de las formas de levantar ese programa latinoamericano como el antes mencionado —es decir uno que, comprometido con la crítica, atienda a la dimensión política de la cuestión— involucraba quizá el desarrollo de una “contra-cibernética” y el despliegue de una perspectiva que permita visualizar los vacíos que dejaban, por otra parte, los programas que habrían levantado personajes como Kittler; los cuales desprovistos de una dimensión crítica y política —así entendí lo que se dijo—, terminaban “aplanando” la dimensión humanista y así crítica en un contexto social ya fuertemente condicionado, sino determinado, por los flujos de poder operados por el capital. Todos estos, que son señalamientos certeros en su fondo, dan cuenta sin embargo —ahora recordando a Mieke Bal—, de un “humanismo empedernido” que, me parece, es igualmente necesario poner en cuestión para avanzar en este asunto. Probablemente en esa línea van algunos de los matices que se apuntaron también ayer al decir que quizá el programa de la cibernética era, o es ya, al mismo tiempo, una contra-cibernética.

En este punto me muevo al centro de lo que me interesa señalar: la crítica que rápidamente pareciera surgir ahora en Latinoamérica para describir el pensamiento de Kittler como vaciado de crítica y perspectiva política, y que así, coincidentemente, se levanta como gemela de la recepción inicial que tuviera el trabajo del teórico en Estados Unidos a principios de la década de 1990, es, a mi juicio, no del todo correcta. Permítanme desarrollar brevemente esto.

La obra del período medio de Kittler, que es de hecho de la que se habló ayer —es decir, esa segunda fase que luego de los estudios de literatura se enfoca en las teorías de medios propiamente tales—, es una eminentemente política. En ella podemos trazar, por así decirlo, tres hebras:

  • Género – información – poder
  • Imperialismo – información – poder
  • Industria tecnológica – información – poder

La primera de estas hebras es la que se despliega a través del trabajo principal del teórico en este período de su carrera, y que es también su tesis de habilitación: Aufschreibesysteme 1800 / 1900 (1985) o en inglés, Discourse Networks 1800 / 1900 (1991). Lo que ahí se analiza es cómo la discontinuidad que moviliza el punto medio del lenguaje desde el habla a la escritura (y luego a una tecno-escritura) —Derrida tiene un lugar importante en este empeño—, involucra también un reordenamiento de las estructuras de poder, los protocolos dice Kittler, que regulan el lugar que ocupan hombres y mujeres en las culturas y sociedades europeas de los siglos XIX y XX; problema que se retomará con cierta intensidad en la tercera sección de Gramophone Film Typewriter (1986/1999). En resumen, lo que en estos trabajos se dice es que dejando el rol de madre que recita textos a sus hijos, pasando a ser luego receptoras clave de mensajes literarios, convirtiéndose más tarde en imagen libidinal de una literatura, para finalmente romper el ciclo y hacerse ellas mismas escritoras, primero en la industria y después en la academia, es a través de la mujer que las sociedades modernas encuentran su lazo con las máquinas. No es extraño, entonces, que luego de superada la recepción inicial que el trabajo de Kittler tuviera en Estados Unidos, sus ideas sirvieran, de uno u otro modo, a investigaciones en estudios de género y literatura que en más de una ocasión avanzaron tras la huella de Avital Ronnel.

La segunda hebra corresponde a aquella a través de la cual, sin usar el término imperialismo que me permití incluir, Kittler despliega una crítica sobre el peligroso y hegemónico lugar que habrían tenido las tecnologías para la inteligencia militar tras el despliegue de la así llamada Pax Americana luego de la segunda guerra mundial —una crítica extraña que, quizá como buen hijo de la posguerra alemana, mezcla ironía, temor y admiración—. Esta crítica surge en breves ensayos que el teórico publica con posterioridad o en paralelo a Gramophone Film Typewiter, y de los cuales destaco a The Artificial Intelligence of World War: Alan Turing (1990) —que ha sido recientemente traducido al español— y Not Such Agency (1986). A través de trabajos como estos podemos ver, me parece, que a pesar de la incondicional admiración que Kittler tuvo por los científicos computacionales, en su obra existe una constante crítica —es cierto, casi todas las veces teñida de cinismo— sobre los alcances políticos y ontológicos que sus desarrollos activaron. Es así, pienso, que podemos leer sus últimas palabras antes de morir: “Alle Apparate ausschalten“.

La última hebra —totalmente derivada de la anterior, me parece— se despliega principalmente a través de aspectos (hack)activistas de la práctica académica y la vida personal de Kittler, los cuales si bien no han sido recogidos del todo, aunque si en parte, he podido (re)conocer, sin embargo, revisando algunos de sus manuscritos y en conversaciones con la Dra. Sandrina Khaled, principalmente. En simple, Kittler tenía una especial aversión por la industria computacional estadounidense y admiraba con fuerza a Linus Trovalds —por cierto trabajaba sólo en Linux— y al proyecto GNU; cuestiones que de un modo u otro se materializaban en el trabajo de programación que él mismo desarrolló en C, para llevar adelante algunos de sus estudios sobre software.

Ahora bien, nada de lo que apunto hasta acá tiene por objeto negar que Kittler fuera un conservador, pues, como se ha dicho en más de un lugar, efectivamente lo fue. Sin embargo, para contextualizar, hablamos de un tipo de conservadurismo más bien cercano a ese que encarna en este país Angela Merkel, y no, como lamentablemente se conoce bien en países como Chile, a ese conservadurismo terrible y extremo que es el sudamericano. Pero ese no es el punto aquí. La cuestión que intento mostrar acá es que en el pensamiento y en la obra de Kittler sí hay un programa político; otra cosa es que éste pueda juzgarse como tibio o insuficiente.

Dicho eso, un programa de investigación y pensamiento latinoamericano en estas materias tendría que ir, ciertamente, más allá de Kittler y su programa. En mi aún muy dubitativa aproximación en esa línea, estoy explorando un proyecto que tiene dos partes. La primera refiere al complejo tecnología-individuo-política, donde el trabajo de Kittler empalma con el de Stiegler, y éste a su vez, como sabemos, con el de Simondon. En pocas palabras, la organología y el arche-cinema de Stiegler, con sus retenciones primarias, secundarias y terciarias —y así con su protenciones primarias y secundarias— podría activar cuestiones muy interesantes si, dialogando con la triada Kittler-Lacan de transmisión (lo real) – procesamiento (lo simbólico) – almacenamiento (lo imaginario), re-posiciona las retenciones terciarias para ubicarlas esta vez justo en medio de las retenciones primarias y secundarias; esto es, dentro del individuo, por así decirlo. Luego entonces, vendría Simondon. La segunda parte, que se conecta por superposición parcial a la primera, refiere al complejo política-sociedad-gubermentalidad. Esto partiría por cierto desde la cibernética del management de Beer, pasando luego por la gubermentalidad de Foucault, de ahí yendo hasta la gubermentalidad algorítmica de Antoinette Rouvroy, e ingresando luego a la teoría de redes de Galloway y Thacker. Todo ello, ambas partes concatenadas, me parece, permitirían avanzar en algo similar a lo que ayer Roberto Rubio llamó ser dato, y que yo, atendiendo a una multiplicidad que está siempre en proceso, prefiero llamar ser red y arche-processing. En otras palabras, es posible decir, hoy a modo de bosquejo solamente, que un futuro programa de investigación y pensamiento en estas materias debiese considerar que su aproximación política puede y quizá debe encontrar en las relaciones operacionales y las operaciones relacionales el centro de su empeño, o al menos parte de él —es decir, una política de lo transindividual, o una política contra-cibernética que es asimismo, y por lo mismo, también cibernética—.